Detalles: La admiración por el compositor, clavecinista y organista francés Louis Couperin sigue creciendo de forma constante en la actualidad, pero no fue así durante su vida. La primera edición importante de su obra en tiempos modernos, en su última revisión de Thurston Dart (utilizada para este conjunto), cataloga 129 piezas como auténticas. Entre ellas, los Preludios sin compás destacan como una especie de «improvisación controlada» en la que el compositor nos regala un género que nació en manos de los laudistas y que ahora se encuentra en la cúspide de la música para clave francesa del siglo XVII. El resto de su música presenta danzas típicas de la suite, como la Allemande, la Courante, la Sarabande, la Gigue, la Chacona y la Passacaille. En conjunto, ayudan a situar a Couperin entre los más grandes compositores del siglo XVII junto a Frescobaldi, Chambonnières, Froberger y D'Anglebert. Aunque escribió obras religiosas, así como música de cámara, la música para clavicémbalo constituye la mayor parte de la producción de François Couperin, sobrino de Louis: 235 piezas en total, la mayoría de ellas publicadas en los cuatro volúmenes (o Livres) de Pièces de Clavecin, divididos en 27 órdenes. A pesar de esa designación, su primer Livre, publicado en 1713, no es nada ordenado. Parece que Couperin simplemente agrupó toda la música para clavicémbalo que había compuesto hasta ese momento en suites sobre la base de tonalidades en común. En cuatro de los primeros cinco órdenes de este Livre, formas de danza como la Allemande, la Sarabande y la Courante se intercalan entre pièces de caractère compuestas en el popular stil luthé tomado de la literatura para laúd. Tres años más tarde, con la publicación del segundo Livre (1716), nos encontramos con un Couperin diferente. Aquí, la relación de los movimientos en cada orden está bien pensada, y el estilo de las piezas logra un equilibrio entre la noble seriedad y el alegre virtuosismo. En el tercer Livre, Couperin se aleja definitivamente de la forma de suite: solo el 17ème Ordre contiene una danza, una solitaria Courante. El tono de este libro es tierno y juguetón, explotando las sonoridades de los registros agudos del instrumento. El cuarto Livre, publicado en 1730, fluye fluidamente en la misma línea, hasta el 25ème Ordre. Aquí, el ambiente se oscurece repentinamente. Estas piezas finales —melancólicas, agotadas y quizás ligeramente amargadas— son las últimas obras de un hombre que no se hacía ilusiones sobre la irrevocabilidad de la muerte. Al igual que los más conocidos Jacques Duphly (1715-1789) y Claude Balbastre (1724-1799), Armand-Louis Couperin pertenece a la última generación de compositores franceses de clavecín. Fue hijo único de Nicolas Couperin, quien cuatro años antes había sido designado para suceder a su primo François como organista titular en la Église Saint-Gervais, y Armand-Louis fue criado para seguir los pasos de su padre, haciéndolo a la edad de 21 años cuando Nicolas falleció. La modestia y el éxito que beneficiaron generosamente a Armand-Louis durante su vida más bien atenuaron la luz de su legado creativo. Como señala su obituario: publicó poco. Una de las pocas obras, el magnífico volumen de Pièces de clavecin por el que es más recordado merece consideración junto con las fantasías para viola de Purcell y las Lachrymae de Dowland, ejemplos de la madurez musical tardía, donde la fruta ha madurado más allá del pleno verano, sin embargo, hay mucho de interés en estas piezas, más allá de su valor histórico al final de una distinguida línea familiar. El hijo de Armand-Louis, Gervais-François Couperin, estudió con su padre y luego lo sustituyó en el órgano de la Sainte-Chapelle. Posteriormente sucedió a su hermano Pierre-Louis en Notre-Dame de París y ocupó ese puesto hasta la Revolución Francesa. Sus composiciones para teclado revelan una profunda comprensión de los delicados matices y la capacidad expresiva del clavicémbalo, caracterizadas por la elegancia, el refinamiento y una meticulosa atención a la ornamentación. Sin embargo, Gervais-François también fue un virtuoso del nuevo instrumento de su época, el fortepiano, y este conjunto presenta su música interpretada en ese teclado de gran expresividad.

Michael Borgstede - Dinastía Couperin (CD)