Detalles: Smoke (Vinilo color). «Fred Davis era una leyenda, pero solo en mi sala. Siempre había música en casa, pero de adolescente, empecé a adentrarme cada vez más en los discos de blues de la colección de mi padre. Fue entonces cuando empecé a entender la historia de Fred Davis a trompicones. Fred tocaba como T-Bone Walker y cantaba con una voz aguda y penetrante como la de J.B. Lenoir, dijo. Lideró una banda de jump en Kansas City, antes de que algo lo enviara a prisión en Leavenworth. En el verano de 1967, terminó trabajando junto a mi padre en Harco, la fábrica de Cleveland donde mi abuelo era ejecutivo. Se hicieron amigos, conectando con los discos de B.B. King y Bobby Bland que sonaban a todo volumen en la radio AM de la fábrica. Fred le enseñó a mi papá los rudimentos de la guitarra blues, pero a su estilo. En lugar de cejillar con el índice, rodeaba la parte trasera del mástil con el pulgar. Eso le dejaba los demás dedos libres para crear voces potentes y resonantes que imitaban las secciones de instrumentos de viento de Kansas City que escuchaba en su juventud. Fred podía tocar de arriba abajo el mástil e, incluso cuando tocaba y cantaba solo, sonaba como una banda completa. O, al menos, eso decía la leyenda. Estos eran solo recuerdos borrosos de treinta años atrás, transmitidos de padre a hijo. Pero entonces encontramos la cinta. Un carrete de un cuarto de pulgada en una simple caja de cartón blanca, escondido en un estante del ático. Mi papá me explicó cómo surgió: encontró a unos amigos (en realidad conocidos) que tenían una banda y equipo. Se instalaron en la sala de mis abuelos, donde estaba el piano vertical, e invitó a Fred a grabar algunas de sus canciones con la banda como acompañamiento. Lo invitó a su casa, a poner música a todo volumen, en la sala de su jefe. Suena a algo que yo habría hecho. La idea era que si había algunas grabaciones de Fred, tal vez podría usarlas para conseguir un contrato en el naciente circuito de revival de blues universitario, pero no fue así. Encontramos un lugar cercano que podía copiar la cinta y grabarla en un CD. Cuando finalmente recibimos la transferencia, la leyenda se hizo realidad. Fred realmente PODÍA cantar como JB Lenoir y tocar como T-Bone Walker. Realmente tenía su propio estilo. Y ese estilo ahora me lo había transmitido. Sin darme cuenta, había aprendido a tocar como Fred Davis. Incluso ahora, cuando me siento a tocar la guitarra o a componer una canción y la toco con el pulgar, toco como él. Con esta música ahora transferida y remasterizada profesionalmente, solo puedo esperar que Fred Davis finalmente reciba el reconocimiento que merece; el que nunca recibió en vida. La leyenda finalmente podrá trascender los confines de mi sala y, con un poco de suerte, llegar al mundo entero. - Eli Paperboy Reed, otoño de 2022