Detalles: Dans Cent Ans no es un disco: es un talismán. Flavien Berger no hace música, crea máquinas del tiempo. En 2015, lanzó su primer álbum, Leviathan, que imaginó como un instante suspendido en las entrañas del presente. En 2018, Contre-Temps, su segundo álbum, aclamado por la crítica, se narraba como un flashback. Dans Cent Ans ("En 100 años") cierra esta trilogía y se lanza al futuro con la gracia de una serpiente venenosa. Flavien acababa de terminar de producir el último álbum de Pomme y, al mismo tiempo, estaba componiendo la banda sonora de la película de Céline Devaux, Tout le monde aime Jeanne, cuando grabó este álbum, durante seis meses de aislamiento. En la buhardilla de una casa belga en construcción, nacieron estos doce temas, cercanos al cielo, directos y misteriosos a la vez. Porque Flavien Berger sabe cómo hacer que las máquinas suenen sensuales (un ejemplo clave es la canción pop "D'ici là") y se atreve a entrelazar electrónica, chanson y música culta, instrumentos orgánicos y coros sintéticos, sin caer jamás en la parodia. Porque su voz, más precisa, sin reverberación y con un micrófono cercano que nunca, nos canta a los oídos —usando rimas polisílabas ("Trop ivres pour te plaire / Tropiques du cancer") e imágenes surrealistas ("la neige restera rose" - "la nieve permanecerá rosa")— historias que parecen desconocidas pero obvias. Y al igual que sus dos álbumes anteriores, "Leviathan" y "Contre-temps", que terminaban con un largo tema homónimo como un soplo de aire, también lo hace "Dans Cent Ans", una saga de 15 minutos donde voces, instrumentos de viento y máquinas conversan, como si Debussy, Etienne Daho y un derviche sufí se hubieran encontrado en un sueño. Tras escuchar este álbum, el vértigo del amor y la colisión de los tiempos son una misma cosa. Dentro de cien años, la música nos sobrevivirá a todos, y su belleza inquietante despertará otras vidas. Mientras tanto, Flavien Berger sigue deslumbrando a las nuestras.