Detalles: Edición remasterizada digitalmente. Incluye un libreto a todo color de 12 páginas con un ensayo de 4000 palabras, ilustraciones mejoradas y fotos raras. Si buscas capturar la imaginación y el interés de los fans del rock progresivo, Max Webster es sin duda uno de los más grandes de todos los tiempos. Una vez que entiendes que no llevaban el nombre de una persona real y que ningún miembro de la banda se llamaba Max Webster, de repente toda la rareza se vuelve aceptable y entrañable. Es asombroso pensar que en algún momento la banda rozó la lista de sencillos del Reino Unido y apareció en Top Of The Pops, el bastión del entretenimiento británico ligero. Este fue el cuarto álbum de Max Webster, su álbum más comercialmente aceptable por lejos, y es uno que les aseguró no solo un disco de platino en Canadá, con tres sencillos de éxito, sino que también les abrió el mercado internacional cuando fueron teloneros de Rush en su gira europea Hemispheres de 1979. Liderado por el enigmático Kim Mitchell, el álbum, fiel a su peculiar enfoque poco convencional, no fue dirigido por un productor discográfico experimentado, sino por un ejecutivo de publicidad televisiva y compositor de jingles. De hecho, fue una decisión inteligente, ya que el disco no solo celebraba sus raíces en el rock progresivo, sino que también mostraba una decidida ambición por expandir su atractivo a un mercado más amplio. Grabado en su Canadá natal, en Phase One Studios, Ontario, el álbum contiene varios temas clave, como "Let Go The Line", "Night Flights" y el tema principal. Pero lo mejor de todo es "Paradise Skies", una composición triunfal y cautivadora que casi les aseguró un éxito internacional. También es un disco que capturó algunos de los solos de guitarra más fluidos e impresionantes de Kim Mitchell.