Detalles: Mientras grababa un grupo de canciones que formarían parte de "This World Just Eats Me Up Alive", Brian Crook se tomó un descanso al aire libre con sus compañeros de banda. Una niña pequeña que estaba cerca corrió hacia una mujer y le dijo: "¡Mami, mami! ¡Hay un vampiro aquí!". La madre le preguntó cómo sabía que era un vampiro, y la niña respondió: "Habla así", e hizo una imitación gruñona de acento neozelandés. En ese momento, Brian vestía un traje oscuro, tenía el pelo larguísimo y jugaba al bádminton. El nuevo álbum en solitario de Crook abarca ocho años de grabación, así que quizá su apariencia de no muerto no sea sorprendente; abarca una gama de inspiración que parece casi vampírica, con influencias que van desde la mitología griega, un autor favorito de los 60, hasta la electrónica abstracta de Aphex Twin y Arca. El álbum se compuso por partes, ensamblado lentamente con varios colaboradores y lugares de grabación. El primer rastro tiene orígenes líricos de 1991, y se realizó durante las sesiones de The Terminals, la otra banda de Crook (también se pueden agregar las leyendas neozelandesas Scorched Earth Policy y Flies Inside The Sun a esa lista). Casi una década ofrece abundante material para la composición reflexiva. En las revelaciones de Crook sobre la vida en Nueva Zelanda y su tenebroso estilo lírico hay algo más que un toque de comedia, aunque de un humor negro, propio de la "Isla Sur de Nueva Zelanda". Las letras y la música provienen de un lugar similar al de los pintores neozelandeses Bill Hammond y Tony de Latour, evocando una especie de primitivismo ceremonial.