Detalles: Prensado de vinilo LP. Lanzado originalmente en 1973. Hay algo perversamente fabuloso en la idea de que esta obra maestra deformada llegara a 60.000 hogares británicos desprevenidos en 1973. El segundo álbum y medio de Faust llegó a las tiendas para celebrar su fichaje por la naciente Virgin Records, que buscaba aprovechar el espíritu de la época de la música alemana en ese momento. Sin dejarse intimidar por el hecho de que la reticencia de la banda a involucrarse en el panorama comercial los había hecho abandonar Polydor, Branson y compañía idearon una estrategia de marketing espectacular, vendiendo el LP por 49 peniques, el precio de ganga de un sencillo. Lo que acechaba entre los surcos era un collage condensado de tomas descartadas, rarezas, bocetos y samples previamente conocidos por los más cercanos y queridos de la banda como The Faust Party Tapes, y cuánto desearías haber estado en esas fiestas. Teclas cacofónicas y drones rugientes se fragmentan en un híbrido desquiciado de toms trémulos y voces aullantes; un experimentalismo comprometido que de ninguna manera te prepara para la hermosa balada que sigue. Armado con guitarra acústica, piano juguetón y voces panorámicas, Faust crea un idilio pastoral imbuido del más profundo anhelo. "Flashback Caruso" rebosa de jangle a lo Byrd y la psicodelia de Syd; su inglés sin sentido le otorga a la pieza un lirismo confuciano perfecto para mentes abiertas. Cortado y empalmado entre fragmentos de televisión, trompeta disonante y el sonido de alguien meando, el fuzz-rock absolutamente extraño de "J'ai Mal Aux Dents" suena definitivamente radiofónico, mucho menos descabellado que si se escuchara solo. Comparado con la locura no musical que lo acompaña, este baile trance thrash-jazz cobra todo el sentido, al igual que el corrosivo breakbeat de "Two Drums, Bass, Organ", un ejercicio de funk mutante que rivaliza con Can en un duelo de baile alemán. El progresivo y sinfónico "Dr. Schwitters", diseccionado por fragmentos de música de proceso disonante, tomas vocales inquietantes y la melancolía protoindustrial de "Elerimomuvid", traza un rumbo hacia el lado oscuro de la luna, más apropiado para los cosmonautas más serios del mundo. Luego, el disco se precipita hacia ejercicios de batería desconcertantes, experimentos de mesa de mezclas y una perversa premonición de jazz no-wave ("Hermann's Lament") antes de tomar un breve respiro en la belleza de "Rudolf Der Pianist" y "I've Heard That One Before". Las partículas de piano preparado, instrumentos eléctricos y eco de cinta continúan en cascada por el espacio sonoro, formándose gradualmente hasta la trilogía final de "Stretch Out Time", "Der Baum" y "Chère Chambre", que regresan a la estructura convencional de las canciones, aunque con el estilo típicamente retorcido del grupo. Sin embargo, una vez más, en comparación con las maravillosamente extrañas piezas que las preceden, estos tres temas son completamente accesibles, y en esto reside la brillantez del álbum.