Detalles: La escena bikutsi camerunesa de los años 80 y principios de los 90 fue testigo de la aparición de numerosos personajes pintorescos. Gibraltar Drakus es uno de los artistas más perdurables y enigmáticos que contribuyeron a transformar el bikutsi en una hermosa y interminable mezcla de ritmos de tresillos que con el tiempo llegó a oídos de todo el mundo. Tras la llegada de la Radio Televisión de Camerún en 1987, el bikutsi comenzó a suplantar al makossa y al soukous, dominando las ondas locales y captando la atención de los residentes cosmopolitas y amantes de la adrenalina de Yaundé, la capital de Camerún, y más allá. Biktusi fusionó a la perfección la música tradicional beti con un bikutsi cada vez más electrónico y rítmico, basado en la guitarra. Imitando el sonido de la música de xilófono de las aldeas mediante la conexión de un sordina a las cuerdas de una guitarra eléctrica, los artistas de bikutsi proporcionaron un formato de baile implacablemente enérgico para aquellos con un gusto por la música impregnado de la sensibilidad de su ciudad natal (en contraposición al popular makossa que muchos sentían que sonaba menos indígena). A principios de los 90, Les Tetes Brûlées eran indiscutiblemente los artistas más famosos e influyentes del bikutsi, gracias en parte a las innovaciones de su incendiario guitarrista Théodore Zanzibar Epeme. Tras su primera gira europea en 1987, la banda alcanzó un gran éxito internacional, pero Zanzibar falleció trágica y misteriosamente, lo que casi provocó su desaparición definitiva. En retrospectiva, la mayoría de los cameruneses coinciden en que las contribuciones de Zanzibar al biktusi fueron transformadoras e inconmensurables. Arrastrado en todo esto estaba Gibraltar Drakus, quien era el miembro más joven de Les Têtes Brûlées y también era el protegido de su mayor partidario, Zanzibar. Así que fue apropiado que dedicara su debut de 1989 a su innovador guitarrista fallecido que tanto había significado para él. Drakus literalmente explotó desde su primer álbum Hommage A Zanzibar (1989), que vendió más de 100.000 copias a pesar de la piratería desenfrenada. Para la grabación, Drakus se aseguró de contratar al prolífico productor Mystic Jim para grabar y mezclar el álbum. La innovación musical reside tanto en la interacción de las guitarras como en la disciplina en la orquestación, que dan como resultado un mecanismo alucinante de armonía cruzada. Su objetivo era que el sonido existiera en algún lugar entre las sensibilidades de los famosos Les Veterans, Zanzibar y Messi Martin. Había trabajado mucho con Zanzíbar y Messi Martín, quienes le permitieron sumergirse de lleno en la música bikutsi y beti. «Zanzíbar me enseñó a componer una canción, y aprendí mucho de Zanzíbar musicalmente. Pasábamos noches enteras trabajando en métodos y otros enfoques para componer canciones hermosas. ¡Le debo la mitad de todo lo que tengo hoy a Zanzíbar!»