Detalles: Vinilo negro de 2 LP. Funda desplegable con fundas guardapolvo personalizadas y póster. Al volver a lo básico con Every Good Boy Deserves Fudge, Mudhoney dio la vuelta a la idea general. No por primera vez, ni por última, se verían reivindicados. Un mes después de su lanzamiento en julio de 1991, el álbum entró en la lista de álbumes del Reino Unido en el puesto 34 (cinco semanas después, Nevermind de Nirvana entró en el 36) y vendió 75.000 copias en todo el mundo. Sin embargo, una medida más significativa del éxito residió en la revitalización de la banda, sentando las bases para el futuro. El disco es un capítulo importante en la historia continua de Mudhoney, cuya moraleja es: ante la duda, hay que improvisar. El álbum comenzó en Music Source Studio, un amplio espacio equipado con una mesa de mezclas de 24 pistas, totalmente futurista, en comparación con la configuración de 8 pistas que dio origen al catalítico debut de la banda en 1988, "Touch Me I'm Sick". La sesión de Music Source se convirtió rápidamente en un fracaso cuando el resultado, en palabras del guitarrista Steve Turner, "sonaba demasiado sofisticado, demasiado limpio". Aprendida la lección, la banda optó por lo básico y se puso a trabajar en la configuración de 8 pistas de Conrad Uno en Egg Studio. Bautizado con el nombre de las cajas de cartón pegadas en las paredes en un intento optimista de insonorización, Egg contaba con una consola de grabación Spectra Sonics de 8 pistas de los años 60, construida originalmente para Stax en Memphis. Así fue como, en la primavera de 1991, Mudhoney creó Every Good Boy Deserves Fudge. El álbum resultante es un torbellino de las influencias de la banda en aquel momento: el feroz rock de garaje de los 60 de sus predecesores del noroeste del Pacífico, The Sonics y The Lollipop Shoppe, el post-hardcore denso de Drunks With Guns, las fuertes melodías guitarreras de Neil Young, los ejercicios lisérgicos de Spacemen 3 y Hawkwind, el sombrío existencialismo de Zounds y la ferocidad satírica del hardcore punk de los 80. La alquimia especial del cuarteto significó que estos cariñosos homenajes nunca cayeran en el pastiche. En definitiva, Every Good Boy Deserves Fudge personificó lo mejor de Mudhoney: aquí estaba una banda que reconectaba con sus instintos más puros y, en el proceso, se reinventaba. Esta edición del 30.º aniversario, remasterizada por Bob Weston en Chicago Mastering Service, es un testimonio del auge creativo que los impulsó en este período. Las sesiones del álbum dieron como resultado un gran material que posteriormente aparecería en caras B, recopilatorios y sencillos compartidos. Esta edición incluye todos esos temas y un montón de canciones inéditas, incluyendo la sesión completa de cinco pistas de Music Source.