Detalles: Una noche tormentosa en Irlanda, el hermano de Adrian Crowley trajo a casa un cuervo herido. Tras cuidarlo un tiempo, el cuervo se fue volando solo, dejando huella: Crowley escribió una historia, que más tarde se convertiría en la acertadamente titulada "Canción del Cuervo" de este, su nuevo disco y noveno álbum de estudio, The Watchful Eye Of The Stars. Con una cualidad nebulosa y surrealista, Crowley describe las conmovedoras narrativas de Watchful Eye como aquellas que se le impusieron. Después, parecía que estas canciones le llegaban más o menos completamente formadas. "Es algo hermoso y misterioso", dice. Quizás sea su tendencia a aferrarse a los recuerdos lo que le permite liberarlos líricamente al completarlos. Para Crowley, el proceso creativo es un evento orgánico más que una práctica que se siente obligado a regular o controlar. Aborda las letras de forma similar a como escribe cuentos. Al crear el álbum, Crowley alternaba entre grabaciones en estudio y en casa, mientras que John Parish (Aldous Harding, PJ Harvey) producía. La pareja trabajó a partir de pistas que Crowley grabó inicialmente con una guitarra de cuerdas de nailon de 3/4 o un mellotrón de una tienda de segunda mano: «De esta manera, John quería conservar algo de la magia de esa primera toma», dice Crowley. Las contradicciones y complejidades se conservan intactas, las grabaciones iniciales se limitaron a una o dos tomas, y las canciones se sienten más como un sueño narrado al despertar. Estos inicios incipientes se desarrollaron más en el estudio con Parish y otros músicos. Jim Barr, de Portishead, contribuyó con el contrabajo y fue contratado como ingeniero de sonido para Watchful Eye en Bristol. El propio Parish también contribuyó con la instrumentación; su característico sentido del drama le dio a la obra de Crowley un nuevo aire general sin romper con su minimalismo. Con miembros de Crash Ensemble en Dublín para grabar solo unos días, Crowley recuerda haberse quedado despierto toda la noche escribiendo las partes de cuerda para "Northbound Stowaway", que se grabó a la mañana siguiente. El último tema, "Take Me Driving", abre con un arpegio y luego se despliega en un outro melancólico y vibrante. Destaca la habilidad de Crowley para transformar una frase tranquila y repetida en algo magnífico, misterioso y cautivador: una historia. Crowley deja al oyente en su mundo, conduciendo un coche con un compañero voluble, sin saber adónde van, pero sin dejar de avanzar al salir del asiento del copiloto.