Detalles: Nunca olvidaré la primera vez que vi una pila de discos de Charlie. Debía de tener unos 13 años y estaba metido de lleno en el hard rock. Con la colección de discos del hermano de mi mejor amigo como musa, sabía todo sobre las grandes bandas (Lizzy, Sabbath, Zeppelin) y creía conocer también a las de segunda categoría (Wishbone Ash, Nazareth, Widowmaker). Pero ahí estaba yo, de visita en casa del amigo de mis padres, que casualmente tenía un huésped en la torre de invitados. (Sí, realmente era una torre). Este tipo era artista y músico con una buena pila de discos en el suelo junto a su futón. Y encima de la pila, estaba Charlie. Ahora bien, obviamente, esa portada del álbum (y toda la serie de portadas con modelos femeninas que sacaron) estaba diseñada para captar la atención de un adolescente. Y lo hizo. Pero lo que también me cautivó fue la idea de que realmente había todo un mundo de música ahí fuera que yo desconocía. Con esa constatación, nació una vida de búsqueda de gangas. No veo mucho escrito sobre Charlie y su clásico grupo de álbumes de mediados y finales de los 70, y es una lástima. En su mejor momento, Charlie sonaba como ningún otro en la industria. Claro, con el tiempo, las discográficas estadounidenses intentarían obligarlos a ser el próximo Foreigner o REO Speedwagon, pero no era ahí donde estaban sus corazones. En el fondo, Charlie era una de las bandas más suaves y jazzeras de los setenta, y cuando estaban a tope eran algo especial. A lo largo de su extensa discografía, dos álbumes realmente destacan como los Charlie definitivos: Lines de 1978, y esta deliciosa elección de 1977, No Second Chance. Charlie surgió de las cenizas de la banda británica Axe (Terry Thomas, John Anderson y Nicko McBrain). Sin embargo, esta versión duró poco, ya que Nicko se marchó debido a conflictos personales (posteriormente se convertiría en el baterista de Iron Maiden) y llegó Steve Gadd. Lanzaron su primer álbum, Fantasy Girls, en 1976 con buena acogida, pero en realidad, aún buscaban su propio sonido. Todo eso encajó a la perfección en el siguiente álbum, No Second Chance.