Detalles: Cuando se redescubren obras maestras enterradas, difícilmente logran reescribir la historia. Sin embargo, el Réquiem para solos, coros y orquesta de Bruno Maderna, desenterrado sesenta años después de su desaparición, bien podría superar la prueba, y con bastante éxito. Con todo su volumen y su artesanía nada despreciable, podría ser candidato al papel de «bronce de Riace» de la música italiana del siglo XX. Como mínimo, incluso con la ayuda de otros redescubrimientos, como el Concierto para piano y orquesta de 1941-42, esta partitura arroja luz sobre un personaje durante mucho tiempo casi desconocido: el predodecafónico Bruno Maderna, un artista joven pero perfectamente formado y maduro, cuyas composiciones conocidas se limitaban, hasta la década de 2000, a algunas obras menores. Durante muchos años tuvimos información detallada pero frustrante sobre el Réquiem: se conservaba un fragmento autógrafo de la partitura, compuesto por dieciséis páginas en copia en limpio que incluían una nota introductoria, de la que era posible inferir la estructura general de la obra, la disposición del grupo coral y el número aproximado de páginas, unas diez veces las que se conservaban.