Detalles: Durante casi siete décadas, el inteligente y simpático contrabajista de Ferndale, Michigan, ha sido considerado uno de los representantes más importantes, creativos y brillantes de su profesión, y el bajista con más grabaciones en la historia del jazz, con más de 2221 álbumes en los que ha participado. Con su filosofía de absoluta profesionalidad y fiabilidad, se convirtió en un modelo para generaciones enteras de músicos de jazz. Ron grabó sus primeros discos con colegas como Eric Dolphy y Don Ellis a principios de los 60, proyectos que tuvieron una influencia fundamental en el jazz moderno. Posteriormente, cosechó logros imborrables en el legendario quinteto de Miles Davis, trabajó con Gil Evans, Cannonball Adderley, Freddie Hubbard, Quincy Jones, Roberta Flack, Antonios Carlos Jobim, Jim Hall, Herbie Hancock y McCoy Tyner, en proyectos solistas, con big bands e incluso en el ámbito del hip hop. Se ganó un gran reconocimiento como profesor emérito de música en el City College de Nueva York y como miembro muy respetado del profesorado de la Juilliard School of Music. En cualquier caso, nadie se atrevía a deslizarse en su silla ni a carraspear en Theaterstübchen. Música de puntillas, durante la cual la luz interior se atenúa automáticamente, el ritmo cardíaco se ralentiza y las notas flotan como plumas por la sala. Este cuerpo de madera en el centro del escenario lleva una vida como ninguna otra del gremio, además del obligatorio bajo ambulante. Paciente, reflexivo y con toda su autoridad natural, él y su dueño organizaban las cosas, creaban relaciones y marcaban el curso de la música con unos tonos incisivos. Malone y Vega se pasaban la pelota de izquierda a derecha. El guitarrista contrastaba el piano lírico y soñador del miembro más joven de la banda, discreta pero muy efectiva, con inserciones de blues y secuencias de acordes brillantes y flotantes. Eso sí que es arte sutil.