Detalles: Las incesantes permutaciones sónicas de No Joy evidencian el insaciable deseo de crecimiento de la líder y compositora principal, Jasamine White-Gluz. El proyecto con sede en Montreal comenzó hace una década con riffs intercambiados por correo electrónico; los álbumes posteriores mostraron una inclinación por el jangle saturado de delay, la distorsión industrial y los drones sludge sobre ritmos disco. White-Gluz, sintiéndose demasiado dependiente de su instrumento principal, abandonó las guitarras y se desvió hacia la electrónica modular para un EP de 2018 compuesto con Sonic Boom (Peter Kember de Spacemen 3). Para el primer álbum de larga duración de No Joy en cinco años, White-Gluz tomó lo aprendido de la síntesis, reincorporó las guitarras y produjo un álbum que no se aleja del shoegaze inicial de No Joy, sino una expansión estilísticamente omnívora que se adentra en el trip hop, el trance y el nu-metal. Motherhood es la culminación de años componiendo fuera de su zona de confort y un regreso a la grabación casera con una experiencia de producción superior. Girar con artistas de géneros divergentes ha perfeccionado el sonido, cómodamente diverso, de la banda; No Joy captó a fans del post-hardcore en la gira con Quicksand y a fans del ambient techno en conciertos con Baths. "Mientras la gente tenga una mentalidad abierta a la música, podrá escuchar cosas diferentes", explica White-Gluz, "Quizás porque tiene muchas capas". "Muchas capas" podría ser un eufemismo. El sencillo principal, "Birthmark", combina el rock dance de los 90 de Republica con un fuzz phasing al estilo de Deftones, de fuerte-suave-fuerte. "Dream Rats" (con la hermana de White-Gluz, Alissa, del supergrupo de deathcore Arch Enemy) logra atiborrar coros de sintetizadores, blast beats, solos vaqueros y un shredding con una señal impactante en tres minutos y medio, ideales para la radio. "Nothing Will Hurt" fusiona arpegios desafinados, sintetizadores de la escuela berlinesa, bajos slap y una infinidad de facetas vocales. A lo largo del disco, encontramos cariñosos guiños nostálgicos a los discos que White-Gluz adoraba cuando se lanzaron hace veinte años: Massive Attack, Sneaker Pimps y No Doubt. La diversión colaborativa y exploratoria es un sello distintivo de la discografía de No Joy, y Motherhood no es la excepción. El miembro de la banda, Jorge Elbrecht (Ariel Pink, Sky Ferreira, Japanese Breakfast), regresa como coproductor y multiinstrumentista. La ingeniera de sonido de gira de la banda, Madeleine Campbell, autora del fanzine Women In Sound, colaboró ​​como ingeniera junto a Chris Walla (Death Cab for Cutie). El baterista Jamie Thompson (Islands, Esmerine) tradujo ideas rítmicas en una interpretación contundente e incorporó sus propias cajas de ritmos. La frenética Tara McLeod (Kittie) debuta con No Joy, aportando no solo guitarras, sino también banjos. De alguna manera, clarinete de plástico, chatarra, sketches, bongós y un EMS Putney lograron la mezcla. Las canciones pasaron de maquetas de portátiles a grabaciones laberínticas, grabadas principalmente en el Studio Toute Garnie de Braids, también de Montreal. White-Gluz grabó las voces en casa, lo que le permitió experimentar con armonías etéreas y improvisaciones discretas. White-Gluz no había leído Motherhood de Sheila Heti cuando escribió y tituló este disco, pero cuando lo hizo, los paralelismos narrativos entre ambos proyectos fueron como mirarse en un espejo. "¿Me arrepentiré de no haberme abierto?", canta en "Primal Curse", donde lee una carta optimista que su madre escribió en su adolescencia a sus futuros hijos. "El tiempo es crucial, y hay que tomar decisiones extremadamente urgentes, y a tu cuerpo no le importa", explica. "Es mucho verme a mí misma a través de las experiencias de mi madre y la fisicalidad de un cuerpo que envejece". El álbum también investiga las implicaciones del envejecimiento de sus padres en su rol como hija, como en el tema wah scratching de DJ "Four". La idea central del libro de Heti es una reflexión abierta sobre si la dedicación a la escritura es más importante que el deseo de tener hijos. No Joy tampoco resuelve definitivamente este atolladero existencial; ¿cómo podría alguien hacerlo? En cambio, Motherhood es una exploración hermosa y densa que demuestra cómo la música reflexiva y minuciosa puede convertirse en arte rico, vasto y vivo.