Detalles: Versión LP. Viene en funda desplegable con barniz localizado; vinilo de 180 gramos; incluye CD. "Lo viejo es nuevo otra vez"... El viejo dicho está tan trillado que nadie le presta la debida atención: solo se oye la palabra "viejo", cuando lo importante es "nuevo". Crear cosas nuevas a partir de cosas viejas es un acto de alquimia. La prueba está en el quinto álbum de The Limiñanas, "No Rest for the Wicked of Perpignan", que se ve revolucionado por algunos invitados muy contemporáneos. Tras el tema inicial, "Ouverture", con sus guitarras casi surferas, llega "Le Premier Jour", donde Lionel Limiñana habla de su bautismo rockero con los punks, los mods, los skinheads y las Lambrettas de su juventud en el sur de Francia. Lo que viene justo después es la conmoción sísmica de "Istanbul Is Sleepy": el sello distintivo de Anton Newcombe de The Brian Jonestown Massacre es simplemente enorme. Luego viene el tornado súper sexy de Emmanuelles Seigner en la canción principal; y sigue "Dimanche", con Bertrand Belin. Lionel lo ve como un "Nick Cave francés que escribe canciones que parecen películas". "The Gift" presenta a Peter Hook, quien vuelve a raspar su bajo; obviamente, una canción que recuerda a los primeros New Order. Finalmente, los Limiñanas, en solitario, lanzan una cabalgata instrumental con un ritmo furioso, como un Morricone kraut, "Motorizzati Marie", seguida de "Pink Flamingos", introducida con pads de rock psicodélico tocados al revés que forman una canción vaporosa bañada en arpegios acústicos. Un respiro en el álbum... antes de que el fuzz y el bajo abismal de "Trois Bancs" sacudan violentamente el fantasma de Gainsbourg: un electroshock en conversación. Y para cerrar la escena, un mensaje de amor: "De La Part Des Copains". Su órgano, su pandereta, su corchea y sus metales lo sitúan en la categoría de banda sonora clásica venerada por la banda. Una conclusión ideal para este increíble e impecable disco. La epifanía del rock and roll continúa así. Es para quienes escuchen a todo volumen Shadow People y sin duda sentirán la necesidad de conectar una guitarra a un amplificador. Un amplificador de válvulas, por supuesto.