Detalles: "Sandhills" de Toro y Moi es a la vez una tierna carta de amor a Columbia, Carolina del Sur, la ciudad natal de Chaz Bear, y una conmovedora y agridulce aceptación de que uno nunca puede volver a casa. Recordando "Seven Swans" de Sufjan o la banda sonora de Karen O para "Where The Wild Things Are", estas ágiles canciones folk-pop son en sí mismas una especie de retorno de Saturno, que recuerda a los primeros CD-R hechos a mano de Bear como Toro y Moi. Bear los regalaba a sus amigos en los inicios del nombre, los discos guardados en la visera de Case Logic de sus coches, y cada escucha revive un poco más de esos detalles: el centro comercial que da nombre a "Sandhills"; los amigos adolescentes pasando horas sin rumbo allí, llenos de tedio y sueños más ambiciosos; el declive del capitalismo tardío y las grandes superficies vacías de Sandhills hoy. Chaz Bear, Toro y Moi, es ahora un ícono del indie-pop aclamado mundialmente. Pero "Sandhills", con sus florituras de banjo y lap steel y su asombro, admite que nunca te liberas del todo de la melancolía adolescente. Quizás, con suerte, desarrolles mejores mecanismos (¡o delirios!) para manejarla. "Sidelines" cuenta la historia de un esteta que se somete a la prueba del fútbol americano en el instituto. Y la canción principal tiene sutiles alusiones a crecer como un niño negro dedicado al arte en el sur de Estados Unidos: "salvado de nuevo por la calamina/ otra mordida/ esto pasa de vez en cuando/ me ven blanco/ quizás es solo de donde vengo/ siempre tuve la guardia alta/ pero los hipócritas siguen entrando/ y me frotan el hombro". Incluso el tema final, "Said Goodbye To Rock n Roll", tiene todos los ingredientes de un éxito de Chris Stapleton si tan solo entrecierras los ojos. Ojos claros, corazones rebosantes, dulces melodías, ¡imposible perder! Líricamente hábil y engañosamente desgarradora, «Sandhills» puede ser una breve parada entre las grandes declaraciones de Bear, pero rebosa de óxido, coraje, gran humor y amor.