Detalles: Los orígenes del violonchelo como instrumento solista, y del tipo de repertorio solista recopilado en el presente conjunto, se encuentran en la emancipación gradual del violonchelo de su función como un bajo principalmente de apoyo y acompañamiento. Este proceso comenzó en la segunda mitad del siglo XVII, primero en Nápoles, y luego más lejos a través de las provincias y principados italianos. Sin embargo, el violonchelo seguiría siendo un par desigual del violín, tanto expresiva como técnicamente, a lo largo del siglo XVIII, con el virtuosismo de las cuerdas graves centrado en cambio en la cada vez más obsoleta viola da gamba (Marin Marais en París y luego Carl Friedrich Abel en Londres). Para la época del 'Ottocento' (siglo XIX), la ópera era la fuerza dominante en la cultura musical italiana, con compositores de bel canto como Rossini y Donizetti creando un apetito público por la ópera que eclipsó los logros de los hijos de la música italiana en otros géneros. Algunos de estos compositores que centraron sus energías en la música instrumental, a contracorriente de la corriente operística, permanecieron en su tierra natal, mientras que otros encontraron un hogar (o se vieron obligados a buscarlo) en el extranjero. Giuseppe Martucci (1856-1909) es uno de los que se quedaron. Pianista de gran talento, evitó el camino operístico y compuso música con una especie de síntesis fluida de lirismo italiano y un enfoque dialéctico alemán de la forma, que alcanzó su apogeo temprano en su Sonata para violonchelo de 1880. Sin embargo, Martucci, como profesor de composición en Bolonia y luego en Nápoles, instó al adolescente Alfredo Casella (1883-1947) a estudiar en el extranjero. El padre de Casella era violonchelista y su madre, pianista. Varios otros parientes cercanos fueron violonchelistas, y su padrino fue Alfredo Piatti. Tiene sentido, por lo tanto, que, al regresar de sus estudios en París con Gabriel Fauré, uniera el violonchelo y el piano con un profundo dominio de sus idiomas contrastantes. Ildebrando Pizzetti (1880-1968) es uno de los pocos compositores de este grupo cuya carrera se centró íntegramente en Italia, y escribió una importante obra instrumental. Si bien Respighi puede ser el compositor más asociado fuera de Italia con el régimen fascista de Mussolini, no recibió encargos estatales, a diferencia de Casella y Pizzetti. Muchos judíos italianos, como Mario Castelnuovo-Tedesco (1895-1968), por otro lado, terminarían exiliados en el otro lado del mundo (en Hollywood, en su caso). Pero antes de la guerra, Castelnuovo-Tedesco logró reinventar un modelo esencialmente romántico (tanto formal como armónico) para su época con su Sonata para violonchelo Op. 50 de 1928. Siete años antes, la Sonata de Pizzetti de 1921 es una obra más sombría, incluso atormentada. La Sonata para violonchelo de Francesco Cilea (1866-1950), si bien se presenta inequívocamente como una obra operística desde su solo inicial, presenta a un protagonista apenas afectado por la angustia existencial que se encuentra en obras comparables del norte de Europa. Pero entonces, como la mayoría de las sonatas mencionadas, es una composición juvenil, escrita en 1888 antes de que éxitos como La Gioconda establecieran a Cilea a la vanguardia del movimiento verista. Al igual que Cilea, Ermanno Wolf-Ferrari (1876-1948) es conocido por sus óperas (en su caso, óperas cómicas), pero a diferencia de la sonata para violonchelo de Cilea, el Opus 30 de Wolf-Ferrari data de los últimos tres años de su vida y pertenece a una producción madura de música instrumental que recientemente se está recuperando de la sombra de sus logros operísticos. A su manera, Cilea, Pizzetti, Casella y Wolf-Ferrari desafían la separación de la escritura instrumental y vocal en polos opuestos, abstractos y evocadores. Sus sonatas para violonchelo capitalizan, como innumerables otras, las asociaciones del timbre del violonchelo con los cantantes y su capacidad de heroísmo en manos de una nueva generación de solistas célebres. Entre estos célebres virtuosos violonchelistas, el más destacado fue Alfredo Piatti (1822-1901), el ya mencionado padrino de Casella. Si bien produjo muchas piezas pequeñas y piezas de exhibición para exhibir su arte a su adorado público en Londres, estaba especialmente orgulloso del conjunto de seis sonatas incluido en este conjunto. Las escribió a lo largo de 11 años, a partir de 1885, durante el último período de su vida creativa. Nacido en la ciudad de Bérgamo, en el norte de Italia, y formado en el conservatorio de Milán, Piatti fue otra figura que encontró fama y fortuna fuera de su país natal. En 1844 hizo su primera aparición en la capital inglesa y pronto se estableció allí, tocando tanto como solista como en uno de los primeros cuartetos de cuerda de celebridades.