Detalles: Entre las óperas y los ballets, las sinfonías, los poemas sinfónicos y los conciertos, y las canciones y miniaturas para piano que representan la mayoría de las entradas significativas en el catálogo de obras de Peter Ilyich Tchaikovsky, los principales géneros de la música de cámara para cuerda registran su presencia como una minoría destacada. Sin embargo, estas obras merecen nuestra atención plena porque abarcan prácticamente todo el horizonte compositivo de Tchaikovsky, desde el amanecer de su sol creativo hasta su prematuro ocaso. El Movimiento del Cuarteto en si bemol mayor, de sus últimos años de estudiante, ya da fe de sus ambiciones narrativas como compositor. Entre 1871 y 1876, en sus tres cuartetos de formato completo, logró producir una síntesis convincente compuesta de disciplina e imaginación desbordante, matices folclóricos y expresividad individual, y transparencia en la técnica compositiva y una comunicatividad apasionada. En 1890, impulsado por su último éxito operístico mundial (La dama de picas), Chaikovski se inspiró en sus recuerdos de Florencia para su Sexteto de cuerdas, con el fin de cruzar la frontera que separaba la música de cámara de la música sinfónica. Los sueños y las pasiones plasmados en esta poderosa obra, su riqueza de ideas y su pura alegría de vivir terminan cuestionando todas las especulaciones sobre las circunstancias que rodearon su desafortunada muerte.