Detalles: En el ámbito de la música romántica para piano, donde los nuevos descubrimientos están siempre a la vuelta de la esquina, la contribución de Robert Schumann siempre ha sido fundamental. Es cierto que no puede rivalizar con el aura de las obras de Chopin, de las cuales Ignaz Friedman afirmó que Chopin no solo abrió el piano con ellas, sino que lo volvió a cerrar. (Schumann le rindió su propio homenaje en su reverente reseña de la obra op. 2 de Chopin de 1831, las Variaciones sobre "Reich mir die Hand, mein Leben" de Mozart). Schumann tampoco incorporó a la historia de la interpretación pianística hitos de maestría técnica y destreza manual como Liszt, quien, inspirado por los conciertos de Paganini y gracias al mecanismo de doble escape desarrollado por Sébastien Erard en 1821, prácticamente había reinventado el instrumento cuando escribió sus Etudes d'exécution trascendente en 1837. Y ni la vivacidad del lenguaje de teclado de Felix Mendelssohn ni la exaltación del virtuosismo de Charles-Valentin Alkan son característicos de la música para piano de Schumann, aunque demuestra en sus Variaciones Abegg op. 1 (1830) y su Toccata op. 7 (1832) que dominaba brillantemente ambos enfoques del instrumento.