Detalles: La Witch siempre ha irradiado un aura de frescura natural, ya sea en el noir americano y el rock and roll lacónico de vuelta a lo básico de su debut homónimo o en el aventurerismo abrasador y austero de su segundo álbum Play With Fire. La banda, compuesta por Sade Sanchez (guitarra/voz), Irita Pai (bajo) y Ellie English (batería), comenzó como un asunto informal, pero las canciones sensuales y seductoras cubiertas de reverberación que crearon conectaron con el público, llevando el proyecto más allá del espacio insular de los amigos y colegas de la banda en el sur de California al mundo más amplio. En su último álbum, DOGGOD, el trío lleva su arte más allá de sus confines creativos y geográficos anteriores, optando por crear el material en París, grabando las pistas en el Motorbass Studio en la Rue de Martyrs. DOGGOD explora un amplio espectro sonoro, emplea un mayor arsenal de tonos y explora temas existenciales y cósmicos más amplios, todo ello conservando la esencia característica de la banda: lo prohibido, lo abandonado y lo premonitorio. DOGGOD es una forma de abordar el enigma universal enredado en la naturaleza espiritual del amor y la devoción. "Me siento como una especie de sirviente o esclavo del amor", dice Sánchez. "Hay una disposición a morir por amor al servirlo, sufrir por él o buscarlo... tal como lo haría un perro leal y devoto". El título del álbum es un palíndromo que fusiona DOG y GOD: una exaltación de la sumisión y una subversión de lo divino. Es un guiño a la pureza de los perros y un reconocimiento de su amor incondicional y su naturaleza protectora, que contrasta con los diversos peyorativos asociados a la especie. "Existe una conexión simbólica entre mujeres y perros que expresa la posición subordinada de la mujer en la sociedad", explica Sánchez. "Y cualquier cosa que encarne características tan divinas jamás mereció ser una palabra usada como insulto". Estas exploraciones conflictivas del amor y la sumisión se manifiestan en la fusión de La Witch de su característica alquimia garagera, suave y humeante, con una nueva utilización de la disciplinada reserva y la gélida instrumentación del post-punk. La canción que abre el álbum, "Icicle", captura a la banda en su viaje desde el proto-punk, la psicodelia y los riffs crudos de los 70 hacia las guitarras con coros y el minimalismo desolado de Joy Division y los primeros The Cure. Se establece un paralelismo entre el suicidio romántico y el martirio que se extiende a la segunda canción, "Kiss Me Deep". Aquí Sánchez describe un amor tan puro que trasciende el tiempo y se extiende a múltiples vidas. Es una canción sobre la pasión, expresada en el estoicismo mundano y herido de los pioneros del gótico. A partir de ahí, la banda da paso al sencillo principal, "777", una canción sobre la devoción hasta la muerte. Un ritmo impulsivo, un riff distorsionado y potente, y la voz etérea de Sánchez se unen para crear una canción a la vez desoladora en su fatalismo y sensual en su pasión fiel.