Detalles: Los contemporáneos de Chaikovski nos dicen que era lo suficientemente bueno como para convertirse en concertista de piano, si hubiera elegido ese camino. Sin embargo, prefirió centrarse en la composición y rara vez actuó en conciertos públicos. Su interés por el piano se encuentra principalmente en sus numerosas piezas para este instrumento, y dado que la mayoría de estas eran aptas para aficionados con sólidas habilidades, se vendieron bien y desempeñaron un papel importante en la construcción de su fama. A pesar de esto, algunos consideran que las obras para piano solo de Chaikovski no se interpretan con tanta regularidad como sus obras orquestales. Peter Donohoe discrepa de esta interpretación de las obras para piano solo de Chaikovski, insistiendo en que toda música requiere que los intérpretes encuentren el enfoque adecuado, por lo que no ve a Chaikovski como una excepción. Escribe: «Me resulta inexplicable que la música para piano solo de Chaikovski siga interpretándose con tan poca frecuencia, a pesar de contener toda la armonía característica del compositor, su maravilloso don melódico, su capacidad para la gestualidad majestuosa, momentos de mágica belleza, inmensa tristeza y pasajes de extrema emoción. Su escritura para piano suele tener una textura orquestal, pero también demuestra las influencias pianísticas directas, aunque muy diversas, de Liszt y Schumann, e incorpora de forma casi ingenua ritmos de danza de estilo folclórico y melodías rusas. Interpretar este tesoro es sumamente gratificante, ya sea una pieza de salón a pequeña escala como la Humoresca Op. 10 n.º 2, o a gran escala, como la gigantesca Gran Sonata en Sol Mayor».