Detalles: El esperado segundo LP de Westerman, An Inbuilt Fault, es una colección compleja e infinitamente gratificante de composición en capas. Las nueve canciones del álbum tomaron forma durante las peores condiciones de la pandemia, en un confinamiento casi total en Italia y el consiguiente aislamiento tras su mudanza a Atenas. Es la banda sonora del ajuste de cuentas de Westerman con dos años de intensa soledad, angustia y pavor. A pesar de los oscuros comienzos del álbum, An Inbuilt Fault emerge como un documento de transición vivo y palpitante que es a la vez emocionantemente vivo y profundamente humano. El disco que finalmente surgió de estos primeros experimentos en solitario suena completamente diferente de lo que la descripción podría sugerir. An Inbuilt Fault es visceral y suena en vivo, lleno del sonido de la respiración y los gestos idiosincrásicos de los instrumentos acústicos. El giro creativo del álbum se produjo tras un encuentro casual entre Westerman y James Krivchenia de Big Thief en un concierto en Londres, lo que inspiró a Westerman a arriesgarse y colaborar con el baterista y un amplio equipo de socios angelinos para dar cuerpo a sus nuevas canciones. Una vez en Los Ángeles, sus maquetas se convirtieron en el punto de partida de improvisaciones que, con ediciones imaginativas, llevaron las canciones a nuevos horizontes; a veces, la atmósfera se volvía más siniestra, a veces más triunfal. El resultado es una música más pesada y sonoramente más audaz que los lanzamientos anteriores de Westerman. La salva de batería inicial del álbum marca la pauta: la percusión de Krivchenia en "Give" suena hiperrealista en lugar de natural, explosiva y comprimida, integrando sonidos de cristales rotos, madera crujiendo y lo que suena casi como puños contra la carne. El diálogo musical principal en muchas de estas canciones es entre el muro de percusión y la voz de Westerman, más cruda y seca en la mezcla que nunca antes, reforzada por ráfagas de ricas armonías vocales de tres o cuatro partes.